Arcón de los recuerdos de los integrantes de la Xa. promoción del Liceo Militar Gral San Martín

IMPORTANTE: Esta pestaña ("Anecdotario") tiene una sub-pestaña "28 de septiembre de 1951", que relata los acontecimientos de ese día, cuando se produjo un golpe militar y LA HISTORIA ROZÓ AL LICEO MILITAR.

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COMENSAL  NUEVO  Y  RESPETUOSO  Y  EL  COLOR  “BLANCO”

Anécdota contada por Alberto Sforsini Berrondo

   1948, año  de  ingreso  al  añorado  e  intrigante  (por nueva  actividad)  Liceo  Militar  “General  San  Martín”...

   Primer día de incorporación,  recién llegados...y se acercaba la hora del almuerzo...todo nuevo...todo a descubrir, todo a experimentar... No recuerdo si ya estábamos con uniforme o si aún lucía mis “cortos”,  por mi  edad  o  contextura...Pero  el  hecho  era  que nos  dirigimos  “en  fila” (qué  reclutón...!!!),  hacia  el  patio  interior, enorme  plaza  embaldosada  y bordeada  de  galerías  y  aulas...   

   Lo  cierto es  que  antes  de  ingresar  al  patio  aludido,  en  el  lado  izquierdo  de  su  pórtico,  puerta  mediante,  se  abría  un  extenso  espacio, lleno  de  mesas  en  forma  transversal,  con  el  “blanco”  refulgir  de  sus  manteles,  que  le  daban  al  salón el  aspecto  de  una  suerte  de  agradable  y  limpia  pureza... (pudo  haber  influido  a  esta  sensación, – y  dada  la  hora -,  el sabroso  olorcillo de  rica  comida),  pero  para  ser más  poéticos y  espirituales,  no  le  demos  mucha  importancia  a  esto  último...

   Ya  estábamos  allí... sentados  en  los  bancos  que  flanqueban  las  mesas (sentados  a  la  mesa),  con  comensales  a  quienes  no  conocíamos;  en  un  ambiente  que  no  conocíamos  y  tratando de  conversar,  conocer  y aprender...

   Un  ir  y  venir  de  también  “blancas”  chaquetas  que  lucían  los  mozos  en  el  servicio,  el  suave  pero  continuo  sonido  del  uso de  los cubiertos, el murmullo  de  nosotros  los  “aprendices” y  la  degustación  de  la nueva  comida, conformaban  el  clima  reinante...

   Mi  mesa,  recuerdo,  era  la  primera al  entrar  al  salón,  y  yo  sentado en  la  mitad del banco, daba  espaldas  a  esa  puerta  de  acceso.                                  

   Así  ocurrió,  que  en  un  momento, y  medio  de  reojo,  observé  a  otra  persona  de  “blanco”  que  conversaba  brevemente  con  los  de  la  punta de  la  mesa... y  que  luego  se  fue  acercando  a  mi  sector.

   Allí  logré  escuchar  cuando  decía  “¿está  rica  la  comida ? ”... “¿como  se  encuentran?”...”¿necesitan  algo? ”...

   El  que  suscribe, un  “comensal respetuoso”,  tratando  de  “señor” al  distinguido  “chef” ( o  encargado  de  los  mozos ),  se  dirigió  a  él,  solicitándole...”Por  favor  señor, ¿ tendría  usted  a  bien  traerme  un  poco  de  agua,  pues  la  jarra  está  vacía...? “

   Fue  entonces,  que  al  observar  la  mirada  del  “hombre  de  blanco”,  advertí  simultáneamente en  otras  personas  de  “blanco”  que  lo  acompañaban  (y  que  no  las  había  visto),   cómplices  sonrisas... La  mirada  del “chef”,  realmente  no  fue sonriente  y  al  darme  cuenta  que  ese  señor  no  provenía  del  “arte  culinario”...sino  del  “arte de  la  medicina”,  pues  era,  ni  más,  ni  menos,  el  “jefe  del  Servicio  Médico”  del  Instituto Sr. Mayor  Querol...     pedí  las consiguientes  disculpas, que  fueron  aceptadas, con  caballerosidad...  (traspié superado).

   CONCLUSIÓN

No  generalices  al  “blanco”...también   parece   tener  sus  “matices”...!!!

 

EL DIA QUE VINIERON A HACER GIMNASIA LAS CHICAS DE UN COLEGIO DE SAN MARTIN.

Anécdota contada por Edgardo Carbajal 

  Si algún joven de hoy en día, en que las chicas van por la calle en reducidos shorts, lee esto, creerá que miento. Pero es la pura  verdad. 

  En 1948, cuando sucedió lo que voy a contar y nosotros estábamos en primer año, las mujeres usaban la pollera hasta debajo de la rodilla. Pero para hacer gimnasia usaban una reducida prenda que creo que se llamaba “bombachón”, que permitía ver sus bellas piernas en casi toda su extensión.
 
  Así que verlas haciendo gimnasia era un espectáculo excepcional que nosotros, que estábamos en primer año, no nos queríamos perder por nada del mundo.
 
  Yo estaba ese año en la sección que tenía su dormitorio en el primer piso del edificio que estaba al lado de la guardia de entonces, el que hoy corresponde a las cadetes femeninas.
 
  El director de entonces, Cnel. Dalton, por alguna razón que ignoro, autorizó a un Liceo de Señoritas de San Martín a venir a hacer gimnasia en la plaza de armas del Liceo Militar.
 
  Nosotros, desde el primer piso, dominábamos perfectamente la vista de la plaza de armas.
 
  Alguien dio la voz de alarma de que un grupo de chicas estaban haciendo gimnasia allí y al minuto toda la sección (unos 100 tipos) estábamos encaramados en los armarios y las sillas, asomándonos por las ventanas para apreciar tanta belleza y aullando como lobos.
 
  Pero no terminó bien. Un teniente, que creo que fue Perreti, seguramente al oír la algarabía, subió y nos pescó infraganti.
 
  Nos sacó a todos afuera de la sección, y nos dio un flor de baile, matizado con carrera march, cuerpo a tierra, arrastrarse, salto de rana empezar, etc. etc. 
 
  No faltó alguno que se desmayara por el camino, que concluyó en la granza vecina a la pileta de natación. 
 
  En fin, no quiero ni acordarme…
 

 

 

coronel con previa en italiano. 

Anécdota contada por Máximo Gorla. 

 Nota del editor: Para que se entienda esta anécdota, cada vez que escriba el nombre de Michelangelo Buonarroti, emplearé un simple método fonético para que se entienda. Lo escribiré como suena en español y en texto azul. Así la pronunciación correcta en italiano aparecerá como Mikelanyelo Buonaroti.

  En 5° año teníamos italiano. El profesor de italiano era el Sr. Picarda. A la 2ª. o 3ª. clase ya era casi súbdito mío, porque probablemente yo que pasé toda mi infancia en Italia, sabía más italiano que él, y por eso mismo teníamos una relación casi amistosa.

  Llegando fin de año, nuestro compañero Ferrante se iba directamente a marzo en italiano. 

  Fue por eso que todos los compañeros del aula me pidieron que hablara con el profesor y le hiciera ver que si mandaba a Ferrante a marzo no se iba a recibir de subteniente con nosotros, y que eso nos dolía mucho.

  Fue así que un día lo encaré al profesor y le transmití eso: qué cómo iba a mandar a marzo a este muchacho, que así no se iba a poder recibir con nosotros por italiano.

  Me contestó “pero este muchacho no sabe nada”, pero luego de insistirle me dijo que para la próxima clase le iba a tomar oral, sobre el tema “Biografía de Mikelanyelo Buonaroti” y que entonces lo haría pasar al frente y si le daba una lección más o menos normal, le iba a poner una nota que le evitara la ida a marzo directa.

  Yo le agradecí y le dije, perfecto, de acuerdo.

  Faltaban 4 días para ese examen. Yo me pasé esos 4 días enseñándole a Ferrante la biografía de Mikelanyelo Buonaroti. “Mikelanyelo Buonaroti nasce a Firenze nell’anno…” etc, etc. Cuatro días enteros explicándoselo y pronunciándoselo como corresponde.

  Llegó el viernes del examen oral. La división en pleno estaba expectante. Entró el profesor, lo saludamos, y dijo: Bueno, hoy tenemos la Biografía de Mikelanyelo Buonaroti. Pase Ferrante…

Ferrante pasó al frente y el profesor le dijo: “Hable Ferrante…”

Y Ferrante: MiCHelanJelo BuonaRRoti…. Ahí nomás lo cortó el profesor: “SIENTESE FERRANTE”, SE VA A MARZO!”.

Creo que Ferrante es coronel con previa en italiano.

HABLANDO DE MAÑON...

Anécdota contada por Edgardo Carbajal    

  La anécdota que relató Molina me trajo el recuerdo de otras dos.
 
  Una, sin mayores consecuencias, es que al regreso de las vacaciones de 1er año, o sea el primer día que debíamos presentarnos en 2° año, Mañón lo hizo con el pelo tan largo como le había crecido durante todo el receso. No recuerdo si lo castigaron por eso, pero sí que le llamaron mucho la atención.
 
  La otra fue más seria. Estábamos en 3er año, en campaña en Campo de Mayo. En un ejercicio de tiro con munición de guerra, debíamos tirar acostados sobre un caballete con el fusil ametrallador Madsen hacia unos blancos reducidos, a pocos metros del arma. 

  El F.A. Madsen tenía a un lado una palanquita que se movía sobre tres posiciones marcadas con tres letras: F = Fuego; S = Seguro y D = Descargar, no recuerdo si en ese orden. Para descargar el arma, había que poner previamente esa palanquita en la D de Descarga. Luego se retiraba el cargador de 32 tiros que estaba encajado en la parte superior, y finalmente se tiraba atrás la manivela principal, que hacía que el último proyectil, que ya estaba en la recámara, saltara afuera.
 
  De no hacerlo así, es decir, si no se ponía la palanquita en la D, y quedaba en la F de Fuego, al mover la manivela hacia atrás, ese último cartucho que estaba en la recámara se disparaba! 
 
  Pues bien. Cuando le tocó su turno, Mañón efectuó unos disparos sobre esos blancos cercanos. Luego el Tte. 1° Garuti le ordenó descargar y se acercó a los blancos para comprobar qué tal había sido la puntería de Mañón… y en ese momento sonó un disparo que pasó rozando al oficial…
 
  ¡Mañón había empujado hacia atrás la manivela sin poner la palanquita en D.!
 
  No me quiero acordar de la “tomada” que nos hizo Garuti esa tarde, por culpa de ese incidente. Lo pagamos todos.
 

 

a

asi era nuestro compañero mañon.

Anécdota contada por José A. Molina.    

  voy a contar una anécdota mía con Mañón. José Mañón Galart era un compañero nuestro que había venido de la República Dominicana. Había venido becado junto con otro connacional apellidado Báez y Báez.

  Mañón era un muchacho de mucho carácter para la edad que tenía. Creo que era un poco mayor al promedio de edad de todos nosotros, y además era alto y corpulento, rubio, de ojos celestes, y muy prepotente.

  Comíamos en el comedor grande del Liceo y durante un tiempo me tocó sentarme en la misma mesa que él.

  El tenía por costumbre tomar por asalto la fuente con comida que traía el mozo, cuando aún estaba en el aire, antes de que la apoyara sobre la mesa, y se servía impetuosamente la mitad o más de la comida para él sólo, dejando a los demás cuatro o cinco cadetes con una mínima ración.

  Así estaban las cosas hasta que un día no aguanté más y le dije: “Mirá lo que estás haciendo. Nos dejás sin comer a nosotros”.

  Y él me contestó: “Yo soy grande, mira el cuerpo que tengo, necesito comer más!”

  Y ahí nomás, como toda respuesta, le espeté: “Lo que pasa es con vos viniste de tu país muerto de hambre”.

  Afortunadamente, la mesa era bastante ancha y eso me salvó, porque Mañon se abalanzó sobre ella tratando de alcanzarme para apretarme el cogote o matarme a trompadas. Yo me salvé tirándome hacia atrás, pero se armó tal alboroto que vino un Teniente llamado Crespo y nos preguntó que había pasado.

  Mañón dijo: “El cadete Molina me dijo que yo vine de mi país muerto de hambre”. Cuando oyó eso el Tte. Crespi me llevó afuera del comedor y me interrogó: “¿Ud.le dijo eso?”.

  “Mi Teniente, contesté, le dije eso porque tiene la costumbre de servirse tres cuartas partes de la fuente para él sólo. Siempre hace lo mismo”.

  El teniente me dijo “Pero Ud. al decirle eso lo está ofendiendo”.

  “Mi Teniente, es lo que me salió en ese momento. No lo pensé.”

  “Está bien, dijo. Retírese, pero en adelante no se siente más en una mesa cerca de él.” Y eso fue lo que hice.

  Otro detalle de la forma de ser de Mañón: era tan prepotente que hasta a su compañero y paisano Báez y Báez lo trataba mal. Báez y Báez era físicamente todo lo contrario de Mañón: era moreno y flaquito. Dormían en camas contiguas, y por la noche se oía que Mañón le decía a Báez y Báez con su típico acento caribeño: “Escúchame tú: tu eres negro y io soy blanco, rubio y de ohos celestes, y por eso tu me debes respeto.” Así era Mañón.

  Cuando se recibieron en el Liceo, se fueron de vuelta a su país. Mañón por lo menos se sabe que entró en el ejército dominicano, donde le dieron el grado de Capitán. A los 35 años ya era General. Y posteriormente, en una de las entonces frecuentes revoluciones intestinas en su país, murió, no sé si combatiendo o fusilado.

 

SUBVERSIVOS Y SEDICIOSOS


Anécdota contada por Carlos Gavaldá.   

     Estando en tercer año el Tte. 1° Garuti era nuestro Jefe de Ca. Además estaban los Ttes. 1° Ochandio, Bagnati y Vatuone.

     Estábamos practicando para el gran desfile que se venía, el del Año del Libertador Gral. San Martín. Para eso marchábamos con fusil al hombro, armado no sólo con la bayoneta sino también con su vaina puesta, desde el Liceo hasta Villa Ballester, ida y vuelta.

     De regreso al cuartel, desfilábamos frente al Director del Liceo, en ese entonces el Cnel. Dalmiro Félix Videla Balaguer.

     Carbajal recuerda que en una de esas vueltas, medio reventados, el coronel ordenó “Cuerpo militar: Alto. Cuerpo a tierra!” Naturalmente los oficiales quedaron en sus puestos, de pié. Pero el coronel    ordenó Atención! y dijo: “El Cuerpo Militar incluye a los oficiales, suboficiales y cadetes. Cuerpo militar: Cuerpo a tierra!” y vio como  el Tte. 1° Ochandio se tiraba cuerpo a tierra a su lado...

     Yo en cambio quiero relatar una anécdota que sucedió un día distinto, en que el desfile de regreso frente al coronel fue exitoso y  mereció elogios.

     Era un viernes a la tarde, y luego de eso saldríamos licenciados. Reinaba un clima de felicidad. Estábamos formados en el  playón frente al dormitorio, todavía armados. Dieron la orden de cambiarse de salida.

     Entonces vinieron varios compañeros y pidieron que formáramos una comisión para ir al pedirle al Jefe de Ca. que levantara los  castigos, ya que el desfile había salido tan bien y al Director le había gustado.

     Pareció razonable la idea, y se formó una comisión formada por siete cadetes: tres de V° año: uno de ellos era Pepino, escolta  bandera y dos “antiguos”; dos de IV°, uno de los cuales era Peralta y el otro Cordero ; y los dos de III° éramos López Blanco y yo.

     Inmediatamente, así como estábamos, armados, nos dirigimos al despacho del Tte. 1°  Garuti. Pedimos permiso para hablar  con él, y, - autorizados -, entramos.

     Pepino tomó la palabra y dijo más o menos “Con todo respeto, solicitamos que en vista de lo bien que salió el desfile se levanten los castigos que haya para este fin de semana.”

     Garuti no dijo absolutamente nada. Nos miró a todos, uno a uno, nos volvió a mirar, y luego de un rato dijo: ¡Numerarse!. 1, 2, 3, 4 ,5 ,6 ,7! fue la respuesta.

     Dijo “Ajá!” y siempre en silencio, se dirigió hacia un armario que había en el despacho, que estaba lleno de los libritos RRM  y  RLM (creo que RRM era Registro de Reglamentos Militares y RLM Registro de Leyes Militares). Buscó entre los estantes, tomó  uno, luego otro, hasta que encontró el que buscaba y comenzó a hojearlo. Se detuvo en una página y entonces nos leyó:

     “Artículo tal y tal. Cuando siete o más hablen en nombre de los demás,  se considerará subversión y les corresponderán cinco  años de prisión menor, destitución, etc. etc.

     Artículo siguiente: Si estuvieran armados, se considerará sedición y les corresponderán siete años de prisión mayor y calabozo,  etc. etc.”

     Acto seguido llamó al soldado furriel que estaba al lado en el detall y le dijo “Desarme a estos cadetes”. Así nos desarmaron, y a  continuación lo llamó también a Bagnati y le dijo “Llame a Campo de Mayo para que manden un Oficial Auditor, porque vamos a  iniciar un proceso y que preparen un móvil para el traslado a prisión de estos subversivos.”

     Luego salió de la oficina y nosotros quedamos deshechos, mudos, ni nos atrevíamos a mirarnos.

     Fue mi peor día en el Liceo, pensando que nos iba a juzgar un Tribunal Militar y que iba a terminar preso por largos años. Todo  por tan sólo haber pedido respetuosamente que levantaran los castigos....y por encuadrar exactamente en el dichoso artículo del Código Militar!

     La cosa es que nos dejó allí tal vez sólo unos diez minutos, pero a mí me parecieron un siglo. Yo estaba realmente  desesperado. No recuerdo otra ocasión de haber tenido tanto miedo, tanto pavor!.

     Al cabo de ese tiempo, Garuti volvió y dijo “Al que en 5 minutos no esté cambiado de salida lo mando a fusilar!” Y agregó:    “Cadete Pepino: Se levantan los castigos”.

    Nos dio una gran lección. Garuti era un tipazo. Ni hace falta decir que a los 5 minutos estábamos todos vestidos de salida.
 

 

 

despues de 67 años, se supo!

CUBIERTA COMPLETA!      

    Una anécdota contada por Juan Carlos Sicardi.

    Recién ingresados. Primer o segundo almuerzo en el comedor grande. Estaban cerca mío Horny, Hood (que decía ser pariente de Robin), Cordo y varios más que no recuerdo.  

  De pronto Gorla levanta el mantel y se esconde bajo la mesa. Yo pregunto "que le pasa" y alguien me explica: "este chico vino hace poco de Italia y estuvo en la guerra". Lo que sucedía era que se escuchaba el motor de un avión volando sobre nosotros. Yo no había prestado atención pero él, acostumbrado a los bombardeos, había reconocido de inmediato ese ruido y  buscó refugio instintivamente debajo de la mesa.

  Su actitud me conmovió de tal manera que no la he podido olvidar. De pronto me
encontré recordando las imágenes aterradoras que veíamos sólo en algún noticiero, en el cine, tan lejos nosotros de los cañonazos, incendios, muertes y todas las calamidades que acompañan estos desastres y que a él le toco vivir tan de cerca.

  Felizmente no debió lamentar la pérdida de ningún familiar y todos pudieron viajar a "las pampas".......  Hoy mantenemos una fluida amistad que valoro profundamente (siempre que no juguemos al truco).       

 

 

MUCHACHOS RANas...

Una anécdota contada por Walter Larriva.

    Anécdotas tengo como casi todos nuestros camaradas. En mi caso particular tengo varias  que aún recuerdo pero no con marcada precisión. Sin duda que mas que anécdotas fueron  travesuras de "muchachos ranas".

   Pero en estos momentos me viene la recordación de una prueba escrita de cuarto año que  había ordenado el Profe. Palanca Paladini (Física). Todos estábamos bastante preocupados,  pero hubo quien lo estuvo mucho más al punto de que con gran valentía pidió que lo  golpéaramos en la muñeca del brazo derecho para evitar el trance.

   Luego, al no lograr satisfacer el pedido, se optó por tomar la pesada regla que había junto al  pizarrón y un audaz, cerrando los ojos, le acestó tal golpe que pudo inhabilitar la mano del  requirente (que no era otro que R.R.).

   De tal modo, lo que había empezado con levantar la tapa del banco y dejarla caer libremente,  se trasformó en una seria lesión que de todas formas no sirvió para evitar el examen, ya que  igual tuvo que darlo oral. 

   

como surgio decicam.

Otros recuerdos de Larriva.

   Quizás sean más precisas las anécdotas para la sección "Fotos Post- Egreso".

   La que perdura y recuerdo en forma permanente es la de la idea que surgió en los veranos de Miramar junto a los entrañables amigos Vergili, Bernardi, Romero, Castro, Funes, etc., la cual consistía en conformar alguna entidad que nos permitiera estar siempre unidos, como hasta hoy ocurre, y poder recordar nuestro paso por la Institución Liceo Militar.

   Para ello nos reuníamos en la casa de Ricardo Vergili, donde también estaba presente el negro Natali, y ya con lista en mano tratábamos de contar como mínimo con más de 40 camaradas y así dar inicio a esta hermosa realidad.

   De principio y con mucha seriedad, se hizo una minuciosa elección en la cual participaban todos los integrantes de la Decima y logramos una respuesta positiva de 41 amigos. Luego fuimos dándole forma a la idea y es así como surge "Decicam SA" con todos los protocolos habidos y por haber.

   Luego comenzamos con el tratamiento económico-financiero, emitiéndose títulos que eran adquiridos por los asociados en distintos valores y así con el aporte de todos y aumento de los socios llegamos a BRASIL 407 Piso 1° donde, con la excelente colaboración del querido "Tano Chinalli", pudimos adaptar la vivienda a nuestras necesidades. No recuerdo exactamente si el pobre tano cobro algún peso por su trabajo. Creo que no.

  Transcurrido el tiempo, y en una Asamblea, se hizo presente un funcionario de la Inspección General de Justicia que luego preguntó con asombro qué tipo de actividad comercial o vinculada a las finanzas se realizaba a través de Decicam S.A., y al  responderle que ninguna salvo algunos proyectos no concretados, más que sorprendido dicho funcionario dijo textualmente "Señores: esta modalidad indefinida debe ser sustituida por otro tipo de denominación" y así surgió la actual "Asociación Decima Promoción del Liceo Militar General San Martin" que por protocolo legal se formalizó con una donación de la originaria Decicam representada en esa oportunidad por Eduardo Vilella. Esta síntesis guarda en sí misma un sin fin de anécdotas de casi cuarenta años que seguramente todos los de la Decima guardamos en nuestros corazones. 

¡SOY EL TENIENTE CRESPO!

Una anécdota contada por Guillermo Vadillo

 
     Estábamos a fines de segundo año, éramos cadetes de la tercera sección y le íbamos hacer a los de quinto,- que eran nuestros jefes de pelotón y que pronto egresarían -, una "tierna" despedida. 
     A medida que ingresaban a la cuadra les dábamos una pequeña manteada, por supuesto que con las luces apagadas. Pero parece que fue muy ruidosa. 
     Finalmente entró el último, y nos fuimos encima de él... De pronto un grito nos paralizó: ¡SOY EL TENIENTE CRESPO! , que en efecto, estaba de guardia. Luego nos ordenó ¡AL PIE DE LA CAMA! y dejó a cargo al cabo de cuarto, que era zapatero, como custodio.
     A la mañana siguiente nuestro "mimoso" oficial, el Teniente Avalle, nos llevó al campo de instrucción con el equipo aligerado completo y nos dio un baile de aquéllos, bajo un sol abrasador. Recuerdo que Rodrigañez había llevado escondida agua, Avalle lo detectó en el acto y mientras nos ordenaba flexiones de brazos, iba dejando caer el agua en nuestras propias narices. Finalizada la instrucción, retornamos destruidos a la cuadra, para luego ir a las aulas.
     Finalmente toda la tercera sección quedo castigada el sábado y el domingo. De todos modos nos hicimos cargo de la diablura que habíamos cometido y nadie se quejó. El domingo, cuando nos visitaron nuestros padres, consideraron perfecto el castigo, y no se fueron a golpear ni a insultar a quienes nos los habían impuesto. Eran otros tiempos, lamentablemente se han perdido.
 

TODOS LOS QUE USAN ANTEOJOS SON...

Anécdota recordada por Gavaldá.

 
Nota aclaratoria del Editor: EN ESA EPOCA YO NO USABA ANTEOJOS.

 

Recuerdo que en una de esas asambleas, Maza llegó tarde, cuando ya todos estábamos sentados, y mirando fijamente a los de la primera fila, sentenció: "Todos los que usan anteojos son putos!" lo que provocó risas y abucheos en masa... al tiempo que Fray Luis Ferro, con rostro imperturbable, se sacaba los suyos.

 

 

CHE MARICÓN, CALLATE!

Anécdota recordada por Rodrigáñez Riccheri.

 Uno de nuestros compañeros durante 2° año, algo mayor que el resto, proveniente de promociones anteriores, era Ricardo Pinti, hermano del más tarde exitoso actor Enrique.

 Pinti tenía modos algo afeminados y debilidad por simularse aristócrata. Como también presumía de pertenecer a una familia adinerada, Carbajal lo dibujó en una "limousine" tan larga como los dos pizarrones, con pileta de natación en el techo, entre otros lujos, y sus compañeros , para burlarse, lo llamaban "Pinti Dutrey Pinedo Alvear Otálora Ramos Pedroso Caimán Batisacchi". Otálora y Ramos eran dos viejos empleados civiles del Liceo y los otros tres eran nombres o apodos de Preceptores.

 En ese año teníamos como Profesor de Dibujo al Sr. Francisco Laperuta, que pese a ser un destacado artista plástico que había realizado las excelentes esculturas del mástil del Instituto, era de trato algo rústico. Lo apodábamos "el Albañil" pero firmaba sus obras con el distinguido Francis de Laperuta. Durante una de sus clases, por sobre sus explicaciones se escuchaba la voz amanerada de Pinti dirigiéndose a algún compañero. Suficientemente molesto el Profesor Laperuta lo amonestó en una forma actualmente inimaginable: ¡Che maricón! ¡Callate! Naturalmente Pinti reaccionó ofendidísimo y amenazó con quejarse al Director. No sé si lo hizo.

 No obstante, Pinti era una buena persona, aunque poco integrado al resto de sus camaradas, probablemente por su incorporación tardía a la promoción y su mayor edad.

 

 

extraña sociedad anónima

Anécdota recordada conjuntamente por Gavaldá y Carbajal

 Si no recordamos mal, esto sucedió allá por 1976 durante una asamblea realizada en la Asociación de PIlotos de Aerolíneas Argentinas, que gentilemente nos conseguía Cosentino.

 Hacía poco había caído el gobierno de Isabelita, se había establecido un gobierno militar y las incógnitas sobre el futuro de la economía eran muchas. Decicam era por entonces una sociedad anónima, y había comprado o estaba por comprar un departamento en construcción que luego fue la base monetaria que permitió la compra de la sede de Brasil.

 Por consejo del querido y recordado Bernardi, que dijo que era una fija, el directorio había vendido unos valores que éste vaticinaba que iban a bajar y comprado otros que iban a subir.

 Lamentablemente, el horóscopo había fallado. Los valores vendidos subieron y los comprados bajaron estrepitósamente. Y en esa asamblea, el directorio contó cómo había sido la cosa y que a causa de eso se había perdido una importante cantidad de dinero.

 Y la reacción de los presentes, (que eran los accionistas perjudicados) fue un estallido de risa general!

 Creemos que no debe haber en el mundo otra sociedad anónima tan extraña como ésta.

 

MAS sobre aquellas asambleas

Más anécdotas recordadas conjuntamente por Gavaldá y Carbajal.

 En esa o en otra asamblea, Ricardo Vergili hizo una ferragosa lectura de la memoria y balance de la S.A., sumamente técnica, y al terminar preguntó si habíamos entendido.

 En los asientos de las últimas filas se encontraban varios compañeros militares, presumiblemente algunos del arma de caballería.

 Entonces de allí salió la voz de Rodrigáñez diciendo:

 

ARRRASTRARSE HASTA SU CAMA!!

Una anécdota relatada por Ricardo J. Arze.

 Estábamos en 5° año. Recordarán que hacíamos guardia los fines de semana.  La guardia estaba junto al puesto nº 1 por la calle San Lorenzo.

 Un día que estaba de guardia haciendo de cabo de cuarto y “fuera de mi cuarto” comencé a deambular por las galerías y lugares con amplia libertad “de día sábado y domingo”, ya que no había ninguna actividad. Solamente el oficial de servicio y la guardia.

 La actividad de curiosear por lugares a los que normalmente no podíamos acceder, me atrajo.

 En esa época, el ala del edificio que da a la calle San Lorenzo, situado entre la guardia y el hall principal, donde estaban el cuadro de honor y dos viejas ametralladores del siglo XIX, albergaba la Sala de Profesores. 

 Era un sábado, de noche, y en un momento de curiosear pasé  por esa sala y descubrí que la puerta estaba sin llave, así que sin más entré y estuve fisgoneando su interior. Dicha sala era amplia, alargada, provista de sillones, mesa de reuniones, biblioteca, etc. Cuando, oh!!!!! Grata sorpresa!!!! percibí entre la penumbra, sobre una mesita,  un teléfono. Me pareció que me decía “Levántate y háblame!”.

 Obedecí sin dudarlo, y haciendo girar con mi dedo el consabido disco logré una comunicación, no recuerdo ahora con quien.

 En esa época el único sistema de comunicación con el exterior era el correo postal, el día de visita, y un teléfono monedero frente a la guardia que, - mientras uno hablaba -,  los de la cola te apuraban y no se podía prolongar la charla. No era precisamente para afilar con alguna chica o hacer el novio.

 Todo hubiera quedado bien si hubiese tenido la prudencia de no volver a entrar al lugar. Pero al poco tiempo conocí a una hermosa criatura,  en una fiestita de 15 años a la que me invitó Jorge Flandín, y a la que traté de conquistar (confieso ahora que infructuosamente) y entonces, por las noches, los días normales, luego de la cena, cuando ya se suponía que todos estaban en sus dormitorios, reptaba silenciosamente por la galería aledaña hasta la bendita Sala de Profesores, me acomodaba detrás de un sillón, sentado en el piso, junto a la mesita del teléfono y llamaba a esa chica de la que me había “enamorado”. Hablaba mucho tiempo, calculo que por lapsos de cuartos o medias horas. Luego de finalizar, sigilosamente me dirigía a la Ca. Y me acostaba.

 Así varias veces, hasta que una noche…….

 Estaba yo en lo mejor de la charla telefónica, cuando oí que alguien abría la puerta de la sala y entraba tan sigilosamente como lo había hecho yo.

 Me quería morir!!!!!!!! Quien sería??????? ¿Otro cadete “piola” como yo??? Si era de 5º año, bueno, compartiríamos “la ranada” pero si era de 4º o menos, estaba muerto. Pero……¿a qué venía alguien a la bendita Sala de Profesores???

 Tantos años de práctica de enmascaramiento y de “cubierta contra la vista”, hicieron que como un resorte me tirara cuerpo a tierra detrás del sillón y le dije a la chica: chau, corto urgente. Ella sabía de “mi ranada”. Además, “para mi”, ante ella, era como que yo era un piola de última generación.

 Por debajo de ese mueble atisbé que, para peor, lo que acababa de entrar calzaba botas y no borceguíes de cadete o zapatos civiles.

 Era evidentemente un oficial. Se acercaba al teléfono lentamente. Asumí que yo no zafaba y a mil pensé que el oficial se mandaba su “agachada” también. ¿Porqué no hablaba desde el teléfono del casino de oficiales???   Picarón el ofiche, no???

 El oficial, se acercó, y yo, ya vencido, “me entregué al cadalso”.

  Era todo a oscuras, solamente la penumbra apenas iluminada por las luces exteriores que atravesaban las ventanas con sus cortinas de voile.

 Me paré, no me dio tiempo a presentarme con la fórmula correspondiente. Solamente me dijo:

 CUERPO A TIERRA, ARRASTRARSE HASTA SU CAMA!!!!!!!!!!!!!

.........

 Mi cama estaba en los dormitorios que están al lado de la pileta. En planta baja, con la entrada al lado del detall, de la oficina del oficial de semana y del depósito de ropa de Otálora.

 Eran como 200 metros o más. El oficial me seguía pacientemente y si aflojaba el ritmo “del arrastre” me pateaba los pies. Cuando me arrastraba sobre las baldosas de la última galería me dijo que siguiera arrastrándome por la granza, y luego por la placita de armas de nuestra compañía, también de granza.

 Lamento no acordarme el nombre del oficial, era Teniente Primero. Pero le tuve y le tengo un gran aprecio. No me aplicó la tira. Fue una indisciplina importante. 

 EL OFICIAL FUÉ UN CABALLERO!!!

 

RELATO DE SU VIDA LICEANA, ENVIADO POR ALIBERTO RODRIGÁÑEZ RICCHERI

LICEO MILITAR “GRL. SAN MARTÍN”

1948- 1er. año

  En ese momento, año 47, con el peronismo en el gobierno, la carrera militar no gozaba en el ambiente del Colegio Champagnat de mucho prestigio por identificar a ésta con aquel, aún cuando ingresar al Liceo Militar no significaba continuar con la carrera, como de hecho sucedía en la mayoría de los casos. Los únicos militares ex-alumnos de esa época fueron los hermanos Menéndez, Bernardo de la promoción 82 y Gustavo Guillermo, compañero mío, Horacio Ricardo Michelini, (hijo del Grl.Br. (R) Tito Ulises (1907/ 1983) y hermano de Tito Arnaldo, compañero mío, brillante alumno fallecido muy joven), que se retiró de Capitán y Enrique Gómez Pueyrredón, que pidió el retiro de Teniente, herido en un ojo en Córdoba durante la Revolución del 55, que más tarde ingresó al Cuerpo Diplomático, cuya hermana Lidia era compañera y amiga de Chita. Años más tarde se incorporó como odontólogo el “Ruso” Guillermo Buljevich, que llegó a Coronel de la especialidad.
 
  El 18 de marzo de 1948 ingresé al Liceo Militar “Grl. San Martín”, 4to. entre cerca de 2000 postulantes y 453 aprobados, motivo por el cual se me concedió una beca al mérito. Finalmente ingresamos 398 que pertenecimos a la 10ma. Promoción. Aún recuerdo la emoción con que escuché, en un ángulo del viejo Patio Esquiú el resultado de mis exámenes orales de Matemáticas y Castellano: 10 y 10. Al examen físico lo aprobé en forma “condicional” por falta de peso.

18/03/48 En una foto muy deteriorada, formados en un playón frente a las cuadras, nos acaban de entregar los uniformes de aula. Yo soy el que se ve primero. A la derecha está Wilmar Basconet, a la izquierda Félix Caprioli.

  El nivel social de los Cadetes era variado, abundando la clase media. Había cinco compañeros de origen japonés y un numeroso grupo proveniente de familias alemanas que en lugar de religión estudiaban Moral además de cinco becados extranjeros: los dominicanos José Maañón Gallart y Ramón Antonio Báez y Báez, los paraguayos Andrés Nogués y Oscar José Filipi y el ecuatoriano Luís Washington García Treviño, que luego de algunos años en su país terminó radicándose en la Argentina. Maañón era un personaje étnicamente interesante: en blanco y negro conservaba los rasgos de algún antepasado africano, pero puesto en tecnicolor era totalmente rubio. En la mesa nos divertíamos haciéndole pedir “la jarra de jugo de orejones” para que lo dijera pronunciando las jotas como haches aspiradas. También había un italiano recién llegado al país, el Tano Máximo Gorla, que en 4to. y 5to. año hizo sufrir a más de un profesor de ese idioma.

  En los años anteriores en el Liceo había habido grados de Suboficial Cadete y armas de Caballería y Artillería además de Infantería, todo lo cual fue suprimido por considerarse que el Liceo excedía su misión al estarse convirtiendo en un segundo Colegio Militar. También se suprimió el uso de la chaquetilla corta para los Cadetes de 1ro. y 2do. año que motivaba que se les burlaran en la calle llamándoles “chocolatineros”.
 
  Aunque el cambio fue notable, me adapté al nuevo régimen sin inconvenientes. Fueron novedades las formaciones, las voces de mando, el tiempo contado para realizar ciertas actividades como las que se ejecutaban al levantarse, los toque de clarín de diana, rancho, retreta y silencio, los movimientos vivos como castigo, los nuevos términos, como furriel, detall y moderno y antiguo en el sentido de menor o mayor grado u orden de mérito, el orden cerrado, los uniformes, los grados militares, la subordinación entre cadetes de distinto curso, el trato de “mi” cadete.
 
  Dormíamos en cuadras de los viejos edificios que habían sido del Colegio Militar antes de su traslado al Palomar, con cama, silla y armario compartido, incluyendo la novedad de que en lugar de pijama usábamos camisón. A la noche había serenos civiles en los dormitorios a los que vivíamos haciéndoles toda clase de bromas; años más tarde empezamos a cubrir servicio de imaginarias. 
En mis cinco años de cadete nunca accedí a los edificios nuevos, recién construidos.
 
  Los baños, tanto los de los dormitorios como los de las aulas eran el oculto fumadero que permitía quebrantar la prohibición. En los de las aulas, las puertas de los WC tenían ventanas que los Cadetes cubrían púdicamente con el capote o alguna otra prenda. El papel higiénico estaba reemplazado por otro amarillo de consistencia muy poco funcional para el uso al que se lo suponía, que racionaban celosamente los empleados que tenían a su cargo su distribución.
 
  Ese año se trató de introducir una nueva modalidad en la conducta interna de los cadetes llamada pomposamente “autoconducción”, que consistía básicamente en limitar la rigidez militar de ciertas actividades y dejarlas al criterio individual del ejecutante. Su fracaso quedó patentizado en la concurrencia al comedor, lo que tradicionalmente se hacía en ordenadas formaciones de tres de frente y que ahora se realizaría caminando libremente luego de la autorización de romper filas, provocando en principio un desplazamiento individual a paso normal pero cuya velocidad aumentaba gradualmente hasta transformarse en un malón ansioso por alcanzar las codiciadas cabeceras de mesa, que por ser el lugar donde primero llegaban las fuentes con la comida, permitía servirse abusivamente las salsas y los condimentos haciendo lo que se conocía con el nombre de “peinado”, en medio de las quejas de los perjudicados. De cualquier forma, mientras duró el sistema fue muy divertido.
A los cadetes de 1er. año nos llamaban despectivamente “bípedos”, y los términos insultantes eran reclutón, lote y hasta civil, comunes en todos los Institutos Militares.
 
  Las reacciones de mis nuevos compañeros fueron diversas. Algunos pocos pidieron la baja de inmediato. A la noche se oían algunos llantos, pero en general la respuesta fue positiva. Para sorpresa de mi familia, que más bien dudaba de mi adaptación al nuevo régimen, el primer fin de semana me quedé en el Liceo en lugar de ir a mi casa, “privado por voluntad” como se decía, para recorrer el Instituto, lo que las actividades de la semana no me habían permitido hacer. Me facilitó la vida en el Liceo el hecho de que mi primo Enrique perteneciera a la Promoción anterior a la mía, algo que me permitió vincularme con muchos de sus compañeros, frecuentemente quejosos de mi conducta. Esta relación continuó siendo muy útil durante toda mi carrera. No me resultó de la misma manera, por lo menos en el Liceo, mi parentesco con el “Sargento Cadete” Ovidio Pablo Riccheri, el Gola (1928- 2000), de la 4ta. Promoción, de quien los Cadetes más antiguos conservaban recuerdo del estilo duro de mando que conservó el resto de su carrera. Por esta vinculación muchos Cadetes me llamaron durante algún tiempo por mi segundo apellido.
Había algunas bromas clásicas. En el dormitorio por ejemplo, la “cama turca” que era colocar una sábana doblada por el medio simulando ser las de arriba y abajo, que impedía a la víctima introducirse totalmente en la cama cuando se ordenaba acostarse. En el comedor, “la canaleta”, que consistía en volcar agua en el borde doblado del mantel de hule que había debajo del de tela, lo que provocaba que el que no estuviera advertido en tiempo y levantara a su vez el borde del mantel, le cayera encima el agua, con feste-jo general del resto. La voz de alerta era ¡canaleta! ante la cual todos levantaban el mantel, hubieran o no tirado el agua.
Se jugaba en esa época en el Liceo un juego bastante salvaje que se llamaba “cachurra montó la burra” y que consistía en dos bandos con los integrantes de uno de ellos en fila, agachados con la cabeza metida entre las piernas del anterior, soportando a los miembros del otro que saltaban sobre sus espaldas lo más violentamente posible al grito de “cachurra montó la burra”. Si los de abajo no aguantaban los golpes y el peso y se caían, perdían, pero en caso contrario trataban de adivinar la seña de tenedor, cuchillo o cuchara que hacía el último que había saltado. Todo ello dirigido por la “madre”, que se colocaba de frente recibiendo la cabeza del primero de la fila de los de abajo. No era un juego de salón precisamente.
 
  La semana común era de domingo a la noche hasta sábado al medio día. Había clases de mañana hasta más o menos las 11 horas, después gimnasia. A la tarde, clases menos dos días en que había Instrucción Militar. Durante los cinco años me especialicé en faltar, con alguna excusa o sin ella sobre todo a gimnasia y a veces a Instrucción Militar. La instrucción de combate u orden abierto se impartía en los terrenos libres cruzando la Ruta 8, en los que en el fondo aún existían los restos de un antiguo polígono de tiro, probablemente de las épocas del Colegio Militar. En 5to. año llegamos a tener una precaria instrucción a caballo. A veces se jugaba a escondidas a las cartas, para lo cual me hice un minúsculo mazo, que por poco práctico creo que no llegué a utilizar.
 
  Los jueves a la tarde eran días de visitas. En general eran las madres las que nos visitaban, también alguna hermana, que solía recibir comentarios laudatorios del resto, no siempre en términos galantes y las primeras novias. Mi madre concurrió todos los jueves, en los últimos años con menos frecuencia. Me llevaba sándwiches y alguna bebida caliente.
Los fines de semana iba indefectiblemente al cine acompañado por mi padre en general a las salas próximas a mi casa, sobre la calle Bernardo de Irigoyen, los viejos Buen Orden y Solís que cayeron bajo la piqueta al extenderse hacia el Sur la Avenida 9 de julio, y los más nuevos Gran Sur y Constitución, ac-tualmente dedicados a otros fines. Esta costumbre la conservé durante los cinco años de Liceo y los cuatro de Colegio Militar, pero nunca salí con mis compañeros de curso. También, a veces íbamos a la Iglesia Ortodoxa Rusa de frente al Parque Lezama a escuchar sus excelentes coros o al cementerio de la Recoleta a recorrer sus pasillos para descubrir las bóvedas de la gente conocida o leer las placas. Después que nos dieran el uniforme, cuando salía de franco, alternaba el pantalón largo del uniforme con el corto de mi traje civil que recién abandoné algunos meses después.
Nuestro Oficial Instructor era el Tte.C. Antonio Egidio Perretti (1923-2009) de la Promoción 74, a cuya familia, especialmente a su hermana Mary llegué a conocer muchos años después en Concordia (ER) siendo Capitán, y el Jefe de Compañía el Tte.1ro.C. Mariano Moreno (1921- 2002), que fue en 1958 mi Jefe de Regimiento en el Regimiento 1 de Caballería “Cnl. Brandsen” como Teniente Coronel, en Tandil. El Director del Liceo fue por poco tiempo el Cnl.I.Ángel Washinton Escalada (1897- 2001) y luego el Cnl.I. Roberto Tomás Dalton (1901- 1961), introductor de la fracasada “autoconducción”.
 
  Estábamos distribuidos en tres dormitorios y once aulas, yo en una de las dos de idioma francés, 1ro. novena. Las otras eran de inglés. Como las de francés pasaban obligatoriamente a inglés en cuarto año y las de inglés a francés o italiano, conservamos el mismo grupo unificado a partir de 2do.año, los cinco años. Ese mismo grupo fue la base para que posteriormente se organizara una asociación de ex alumnos que reunió a los ex cadetes de la 10ma. Promoción.
 
 
Con Tutolo, a la izquierda, y Martínez a la derecha, en uniforme de aula
 
  Gracias a esa elección conocí al que fue mi amigo de toda la vida, Manfred Lützeler, con quien intimé de entrada después de recibir la terrible noticia de que era protestante. También me enteré de cómo funcionaba la estructura mental germana cuando respondiendo a mi comentario de que hab-ía elegido francés porque provenía de un colegio de esa tradición, me contestó que él lo había hecho porque inglés ya sabía. Manfred era de una inteligencia brillante. Poseía una notable cultura y era excelente dibujante, Obtuvo el primer promedio de estudio por lo menos tres años sucesivos. Con él jugábamos campeonatos de cultura en donde no estaba permitido interrogar sobre la propia especialidad. En Mar del Plata, en donde fue uno de los dos únicos amigos invita-dos que tuve por gestión inconsulta de mi madre, le gané uno preguntándole a él, estudiante de medicina, el nombre del hueso del codo (olecranón). Se quería morir. En su casa de Vicente López llegué a parar varias veces estando mi familia en Mar del Plata. Sus padres, aunque vivían con él, estaban separados, durmiendo en cuartos diferentes con la excusa común de los ronquidos. Recién hicieron efectiva la separación cuando Manfred se recibió de médico. Su padre se volvió a casar no muy felizmente. A su vez Manfred lo hizo con Annelise Fromm, fallecida el 22 de agosto de 2011, Anne, que siendo luterana trabajó en un grupo de apoyo en una parroquia católica y se convirtió finalmente al catolicismo. Manfred llegó a ser Jefe del Servicio de Otorrinolaringo-logía del Hospital Alemán. En el entierro de mi padre, a fines de diciembre del 87, Marta lo encontró raro. Hablaba a los gritos. Tenía un tumor inoperable en el cerebro. Llegué a visitarlo ya muy enfermo en su ca-sa de Acassuso, pero no parecía darse cuenta de su estado. La segunda vez que traté de verlo ya no me pu-do recibir. Murió el 26 de febrero de 1988.
 
  El cuerpo de profesores era de primer nivel. Muchos enseñaban con sus propios libros de texto. Cruz Rípodas en Matemáticas, Ernesto Galeano, autor de la Marcha del Estudiante, en Cultura Musical, Bilbao la Vieja en Dibujo, Rampa y Félix Coluccio conocido internacionalmente como folklorista, en Geografía. Este último nos acompañó muchos años después de egresados. De él recuerdo que durante una prueba escrita sobre la China, tratando de llenar hojas, sabiendo que para la calificación tenía en cuenta además del contenido, la extensión del trabajo, le agregué un párrafo de un cuento de Las Mil y Una Noche, “Aladino o la lámpara maravillosa”, que decía: “En la China milenaria, donde se yerguen la pagodas orgullosas entre el estercolero de los barrios bajos, en que los chinitos amarillos y panzudos se pelean por un troncho de col con los cochinillos negros y malhumorados”. El resultado fue un gran signo de interrogación sobre el párrafo en cuestión.
 
  En este año y creo que en el siguiente, sufrí varios flemones de garganta que se me curaban cuando me enteraba que había que operarlos. El susto obraba milagros. También tuve varias dudosas lesiones en la mano derecha para eludir alguna prueba escrita, con éxito variable porque a veces la postergaban y me la tomaban solo, lo que era peor.
 
  Con el Profesor Coluccio hicimos el tradicional viaje a la ciudad de La Plata para visitar su Museo de Ciencias Naturales “Florentino Ameghino”. Cuando íbamos atravesando el parque en dirección al Museo encontré un busto con una inscripción que me llamó la atención, que decía “Francisco López Merino- 1904-1924- En la mañana buscó la noche”. Después me enteré que se trataba de un poeta nacido allí que se había suicidado a los 24 años. En sucesivos viajes busqué sin éxito el busto y recién lo logré alrededor de 1990, unos cincuenta años después, en un lugar medio escondido cerca de las grutas.
 
  Otro caso de búsqueda incesante se dio con el libro “El te de las viejas agoreras” con el que me inicié en el género policial y que estando internado en la enfermería me lo prestara mi profesor de Reli-gión, el Rdo.P. Juan Goldaracena, un delgado y asotanado sacerdote al que llamábamos “el Escarbadientes Negro”. Busqué el libro pero recién lo volví a encontrar en una librería de viejo de la calle Corrientes en el año 2000, cincuenta y dos años después.
 
  En la Enfermería teníamos de Jefe del Servicio al My.Med. Laureano Querol, que llegó a General de Sanidad, un ejemplo de médico militar, tal como lo concibo, modelo que traté de inculcar a mis alumnos médicos de los Cursos para profesionales de la Escuela de los Servicios en el año 73. El 2do. Jefe era el Cap.Med. Laperuta y el Encargado el terrible Sgt.Ayte. Desouches. También estaban los enfermeros Bogado y Agüero y el radiólogo Sánchez.
 
  En el 1er. Cuatrimestre saqué el primer promedio de estudios del curso con 9,10 puntos de promedio, pero como sucedió en otras oportunidades mi rendimiento general fue declinando durante los cinco años, para terminar siendo un verdadero desastre en el último.

1949- 2do. año

  Entre las bajas voluntarias y sobre todo por Estudios la Promoción se fue reduciendo. En el examen de diciembre no había límite de materias para rendir, en marzo cuatro como máximo. No se permitían materias previas.
 
  En 2do. año nos estrenamos, al principio tímidamente, en el ejercicio de la autoridad sobre los nuevos cadetes de 1er. año, en ese esfuerzo contradictorio que me acompañó toda la carrera entre la so-berbia del mando y la humildad de la obediencia.
Me tocó un Oficial Instructor del que no gozaba total aprecio, el Tte.I. Manuel Avalle (1926- 1992), y no lo puedo creer ahora, de 23 años. El Jefe de la Compañía era el Tte.1ro.I. Alberto Aníbal Ga-vio (1924- 2005), que pese a ser un excelente profesional pidió el retiro en 1955 con el grado de Capitán. Vivía cerca de mi casa, por lo que tenia que tener cuidado cuando andaba de civil, porque hacerlo era con-siderado una falta grave. En una oportunidad, a la salida multitudinaria de misa en la Iglesia del Sagrado Corazón de María donde ambos concurríamos, me tocó salir de civil, en un interminable codo a codo con él, a todo lo largo de la iglesia y el atrio. Pasé el resto del domingo temiendo lo que pasaría el lunes, pero milagrosamente no pasó nada. El Director del Liceo era el Cnl.I. Juan José Polero (1899- 1975).
 
  Una anécdota graciosa la protagonizó el Cad. Francisco Rameri, cuando interrogado por el profesor de Historia Sr. Dalesio por un rey integrante de una de las coaliciones contra Napoleón, deliberadamente mal “soplado” dijo, en medio del regocijo general: Nabucodonosor. También hubo que explicarle al Turco Robel Merech que la lista de correcciones de un impreso no tenía nada que ver con la 1ra. Virtud Teologal de las ratas.
 
  A fin de ese año, algunos compañeros ingresaron en el Curso Preparatorio de la Escuela Naval, iniciando la diáspora hacia los Institutos Militares, contrariando de alguna manera el verdadero objeto de los Liceos Militares que es el de formar Oficiales de la Reserva.
 
  Durante este año y en el siguiente a veces iba de uniforme, los viernes a la tarde a buscar a Chita al Normal Nº 9 y a asistir a la ceremonia de arrío de la bandera.   

1950- 3er. año

  En 3er. año empezamos a tener estado militar, nos iniciamos en el manejo de las armas, en esa época el Fusil Mauser modelo 1909, introducido en el país por mi tío abuelo Pablo en oportunidad de la histórica compra de armamento para el recién organizado Ejército y empezamos a cumplir las condiciones de tiro en el polígono del Club “Tiro al Segno”, en la localidad de El Palomar, con su lema “La Patria confida nei forti”. También nos entregaron a mitad de año en una ceremonia, el “couteau” o sable corto de oficial.
 

El Cap. Enzo Renato Garuti, Jefe de la Compañía, me entrega el couteau. Detrás mío, al medio, Manfred Lützeler luciendo sus dos estrella por los 1ros. Promedios en Estudio en 1ro. y 2do. año

Con Ricardo Arze, en uniforme de instrucción y con nuestros fusiles

  Mi Oficial Instructor fue el Tte.1ro.I. Arturo Eugenio Marguery (1924-1983) con quien el mucho trato que tuve a lo largo de la carrera culminó con un trágico episodio casi treinta años después. El Jefe de la Compañía era el Cap.I. Enzo Renato Garuti (1922-2004) que llegó a Coronel. El Director del Liceo era el Cnl.I. Dalmiro Félix Videla Balaguer (1905-1994), que de peronista convencido pasó a participar en la Revolución de septiembre del 55 desde Córdoba, de donde tuvo que huir disfrazado de cura. El ataque del peronismo a la Iglesia Católica fue decisivo, como para muchos otros, para provocar su cambio de orien-tación política. Llegó a General de División.
 
  En el mes de junio todo 3er. año juró la Bandera, con formación y el clásico desfile por ternas, creo que en la Plaza Grand Bourg.
 
Soy el guía derecho; el izquierdo es Caprioli. Bastante mal la alineación.
 
  El Cnl. Videla Balaguer era un devoto al culto de la Madre. La frase “El que es buen hijo es buen soldado” se repetía incesantemente. En este sentido, dio la orden de que todos los Cadetes tuvieran en el armario la foto de su madre. Un día en que se ordenó una revista para controlar su cumplimiento, como yo no lo había hecho, le pedí al alemán Seifert una foto de su madre, una alemana rubia con un porte de walkyria que no coincidía para nada con mi origen latino, lo que no fue inconveniente para que la foto de la madre de Seifert permaneciera en mi armario el resto del año.
 
  Y así como en el año pasado Rameri aseguró que Napoleón había luchado contra Nabucodonosor, en introducción al cálculo infinitesimal, nuestro compañero Lanosa creía que los “números finitos” eran el 1 o el 7, en contraposición con los más gordos 6 u 8.
 
  El Colegio Militar tampoco gozaba de mucho prestigio entre los cadetes del Liceo; lo llamaban despectivamente “la Cantera”. Sin embargo algunos compañeros se prepararon en el Programa de 4to. año en Academias dedicadas al ingreso a los Institutos Militares y entraron a 1er. año del Colegio Militar. Otros lo hicieron a la Escuela Naval.

1951- 4to. año

  El Jefe de Compañía era el Cap.I. Luis Ricardo Cativa Tolosa (1918- 2003) que se retiró de Mayor y el Oficial Instructor el Tte. Florencio Emilio Crespo (1927- 1982) que llegó a Coronel y que sufrió el secuestro en manos del Ejército Revolucionario del Pueblo- ERP desde noviembre de 1973 hasta mayo del año siguiente.
 
  En este año se realizó la accidentada representación de “La muerte del Grl. Quiroga” que veníamos preparando con varios compañeros de mi aula. Yo tenía el papel de Quiroga y participaban jinetes de la partida de los hermanos Reynafé y caballos. La diligencia era un escritorio con dos sillas encima para los postillones, yo viajaba abajo, entre las patas. Como todo terminó con sanciones distribuidas equitativamente entre los participantes según la importancia del rol, yo creo que fui uno de los más perjudicados.
 
  El 16 de junio se produjo la Revolución del 51 contra Perón, al frente de la cual estuvo el prestigioso Grl.D.(R) Benjamín Andrés Menéndez (1884- 1975). Ante la noticia de que fuerzas blindadas marchaban por la Ruta 8 en dirección a la ciudad, el Director ordenó que los cadetes de 1ro. y 2do. año se fueran a sus casas y que los de 4to.y 5to. tomaran posiciones sobre la Ruta para detener a la columna rebelde. Mi primo Enrique se hizo cargo de una ametralladora que se emplazó en el techo de un edificio. No hubo ninguna acción de combate porque lo precario de los medios y la falta de coordinación de los revolucionarios hizo que fracasara apenas iniciada. Los cabecillas fueron detenidos y estuvieron presos hasta septiembre del 55. Algunos lograron escapar al Uruguay. Eran casi todos del Arma de Caballería. Creo que víctima de una enfermedad terminal, veinticuatro años después el Grl. Menéndez se suicidaba.
 
  La actuación del Liceo Militar hizo que el Grl. Perón visitara el Instituto y sirvió de promoción al Director que a fin del año siguiente ascendió a General de Brigada.
 
  Algunas anécdotas:
 
  En la materia Anatomía, durante una Prueba Escrita sobre el tema “Sistematización de la médula espinal”, pensando que el Profesor Dr. Mora se había dado cuenta de que había hecho el “cambiazo” con un trabajo preparado de antemano y me tomara examen oral, estudié tan profundamente el tema que aún hoy, sesenta años después, estoy casi en condiciones de exponerlo.
En Historia el Profesor era el Sr. Trevisán, que enseñaba con sus propios textos. Un día en que con algo de pedantería repitió una frase en dos o tres idiomas, cuando me levanté y simulando asombro le dije ¡Sr, Ud. es un políglota! me contestó con su tono pausado de acento hispanizante: ¡Y Ud. es un idiota!
 
 
 
Desfile del 9 de Julio, yo soy el último guía derecho. Delante Ernaga y Maza.
 
  Después del episodio de “La muerte del Grl. Quiroga” no gocé de la simpatía del Director que me adelantó que si intentaba rendir examen al Colegio Militar con el informe que iba a enviar no pasaría del Arco de entrada. Sin embargo, ni aún eso frustró mi vocación por la carrera de las armas.
 
  En este año se produjo el ingreso más numeroso al Colegio Militar, rindiendo justamente las materias de ese 4to. año. También hubo ingresos a la Escuela Naval y a la de Aeronáutica.

1952- 5to. año

  Todo el año estuve dedicado a la rigurosa preparación para el examen de ingreso al Colegio Militar que consistía en el programa de 4to. año. El rendimiento en las materias de 5to. año decayó totalmente. Me llevé casi todas a diciembre y tres a marzo en las que no me presenté. El programa de estudios de 1er. año del Colegio Militar era el mismo que el de 5to. del Liceo por lo que tuve que aprobar ese curso para obtener el título de bachiller. Si, recibí el de Subteniente de Infantería de Reserva, con cuyo uniforme luciendo los fusiles del arma, aparezco en la foto de mi Libreta de Enrolamiento, lo que ha provocado no pocas confusiones habida cuenta de que el distintivo de mi arma, la Caballería, son las lanzas. Egresamos 198 cadetes, de los 398 que ingresamos.
 

En el aula, aproximadamente de izquierda a derecha: de la Fuente, Pigni, Avila, Herrera, Arze, Pichel, Demarco, Paz, Sala, Merech, Flandin, Bruno, Muñoz, Ghirlanda, Di Benedetto, Vilella, Basso, yo, Grandinetti, Keen, Capano, García Bernardou, Lützeler, Salcedo, Balduzzi, Cevallos, Cosentino.

  Nuestro Oficial Instructor fue de nuevo el Tte.1ro. Marguery, el Jefe de la Compañía el Capitán Jorge Rodolfo González Moreno (1919- 2007), que pese a ser infante estuvo siempre muy vinculado al Arma de Caballería. Era además un excelente pintor, a una de cuyas exposiciones asistí muchos años después. El Director del Liceo era el Cnl.I. Félix Martín Federico Renault (1906- 1973), que llegó a General de Brigada.
 
  
 
 
23-V-52 Inauguración del Mausoleo del Tte.Grl. Pablo Riccheri en el Cementerio de la Recoleta. Está leyendo un discurso el Ministro de Defensa, Grl.D. José Humberto Sosa Molina. Entre él y el Grl. Perón, mi tío Ovidio, a la derecha, delante del Cristo de Zonza Briano, yo, al lado mío, Chita, en la primera fila, al centro, Abelardo.
 
  El 23 de mayo se inauguró con gran solemnidad el mausoleo del Tte.Grl. Pablo Riccheri, obra del escultor Luís Perlotti (1890- 1969) en el Cementerio de la Recoleta, en cumplimiento de un decreto de septiembre de 1938. Formaron varias unidades militares sobre la calle Junín y haciendo cordón desde la entrada del cementerio hasta el Cristo de Pedro Zonza Briano (1886- 1941), al lado del cual se encontraba el monumento. Presidió la ceremonia el Presidente de la República General de Ejército (ahora Teniente General) Juan Domingo Perón y estuvimos presentes algunos familiares, entre ellos mis padres, mi hermana, mi tío abuelo Ovidio y Abelardo. Al principio de la ceremonia me tocó presenciar el desaire de Abelardo al Presidente, su compañero de promoción, cuando rechazó dos ve-ces la invitación a acompañarlo en la primera fila durante el acto. Mi tío no mostraba simpatía por Perón, no sé si porque no comulgaba con su credo político o decepcionado por algún favor que esperaba y que no recibió. La conducta de Abelardo me pareció sumamente descortés. Para esa oportunidad se acuñó una medalla en la casa Piana, de la que me hice hacer una de oro. Otro homenaje importante fue imponerle su nombre a la autopista que lleva de la Ciudad de Buenos Aires al Aeropuerto de Ezeiza.
 
 
  El 26 de julio se produjo la muerte anunciada de la amada y odiada Eva Duarte de Perón. Los homenajes de sus auténticos adoradores y los de compromiso de los que dependían del favor oficial fueron desmesurados. La zona del velatorio en proximidades del Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires estaba literalmente cubierta de coronas, a tal punto que el mercado local no dio abasto y hubo que importar. El cortejo fúnebre pasó entre una doble fila de uniformados entre los cuales estuvimos incluidos.
 
  El ataúd era llevado sobre una carroza arrastrada por gente del partido. Delante, desde otra carroza representando una mano abierta, tiraban flores a la calle, algo bastante carnavalesco pero del gusto del peronismo. A los militares se los obligó a llevar un crespón en el sable, a lo que alguno se negó, como el Tte.C. Federico Mittelbach, por lo que fue sancionado. Este oficial, 2do. de su promoción fue el mismo que años más tarde escribiera con su hermano Jorge, mi compañero del Colegio Militar, el vergonzoso libro “Sobre héroes y desaparecedores” con el que facilitó el juzgamiento de sus camaradas por la lucha contra la subversión.
 
  No puedo dejar de nombrar al Cuerpo de Preceptores, esos civiles a veces con más espíritu militar que nuestros Oficiales Instructores, que recuerdo con cariño como personajes importantes de nuestra vida liceana: el petiso Vilches, Galloso el Ford Canadiense, Bombelli, el Caimán Pariente, Di Nucchi, Batisac-chi, Eladio Alcides Pedroso, Ferrante, Noé, Rubio que llegó a Regente de Estudios y tantos otros que injustamente olvido.
 
 
XII-52 Fiesta de Egreso en el jardín del Casino de Oficiales. Estoy con mi padre, mi madre, que está radiante y mi hermana. A la derecha el Subt. Alerino Beltramino, eterno pretendiente de Chita. Sentada al lado Violeta Molinari.
 
  En la Fiesta de Egreso, en el Jardín del Casino de Oficiales, el Tte.1ro. Marguery nos informó a mis padres, hermana y a mí, que para sorpresa de todos, había ingresado primero al Colegio Militar. Le devolví la atención 16 años después estando yo destinado en el Colegio Militar anunciándole el ingreso de su hijo. El examen de ingreso había sido programado meticulosamente durante una semana que me quedé en casa dando parte de enfermo en domicilio, fijando días de estudio y de repaso dividiendo las materias que creo que eran once, en capítulos. El resultado fue brillante. En Geografía, por ejemplo, podía hacer el mapa de la República con su división política de memoria y agregarle las zonas fitogeográficas, las isobaras, las isoyetas, etc.; en Religión en el tema sobre la Anunciación terminé el examen agregando la oración del Ángelus completa en latín. Saqué 9 puntos de promedio, a 10 centésimos del 2do.
 
  Además de los rigurosos exámenes, visitaba el domicilio de los postulantes un Oficial del Colegio o de la Guarnición del interesado para informar sobre el nivel social, cultural y económico de la familia del candidato. Resulta gracioso destacar que una de las causas de no admisión era “extrema fealdad”. El certificado de bautismo, que se exigía en ese momento, fue anulado como exigencia años más tarde.
 
 
Subt.I.Res. Aliberto Rodrigáñez Riccheri
 
  Al Colegio Militar ingresamos seis compañeros. Hacerlo requería cierto coraje. Se pasaba de estar al tope de la jerarquía de Cadete a “último orejón del tarro”, con el agravante de que los de la promoción posterior a la nuestra, la 11, que habían ingresado de 3er. año, pasaron de ser, de subalternos a superiores nuestros y los que ingresaron de 4to., compañeros, con el consiguiente pase de facturas cuando hubiera habido malas relaciones anteriores. Los seis fuimos: Bruno y yo, que posteriormente elegimos el Arma de Caballería, Elio Segundo Ferrante y Alfredo César Grisendi, Infantería, Omar Abel Lucero, Ingenieros y Sala que pidió la baja a fin de 1er. año. Todos llegamos al grado de Coronel, grado que se alcanzaba, diría yo, por inercia, menos Grisendi, que llegó a Teniente Coronel.
 
  A fin de año fuimos con mi compañero Künstler de religión protestante, caminando a Luján desde el Km. 0 de la Plaza de los Dos Congresos. Al término de la marcha que fue solo a título de “raid”, llegamos al límite de la ciudad sin alcanzar la Basílica completamente destruidos. Años más tarde, me enteré sin que conociera las causas que lo motivaron que Künstler se había suicidado.

ADENDA

  En el Liceo los métodos de enseñanza eran estrictos. La amenaza de ¡Saquen una hoja¡ era perma-nente. A eso se lo llamaba “lecciones escritas” y eran sorpresivas. Trimestralmente se tomaba un examen escrito anunciado, llamado “prueba escrita” sobre todo lo visto en el período. Naturalmente también existían los orales.
 
  Durante esos orales solía hacerse una broma que aunque divertida podría calificarse de grosera. En esa época vestíamos un “overall” de tela muy fina que hacía evidente las erecciones espontáneas típicas de la adolescencia. Cuando se advertía que algún compañero se encontraba en esa situación, la broma consistía en invitar al Profesor a hacer pasar al frente a dar oral a la víctima que con desesperación trataba de descalificar el pedido –¡Señor, fulano quiere pasar!
 

Después del egreso

  Después del 19 de diciembre de 1952 durante varios años nos reunimos a veces a propósito de la conmemoración del egreso. La primera reunión a la que concurrí fue en el restaurante Lo Prete en 1954, yo de uniforme del Colegio Militar luciendo el “Huevo Frito”, que debe de haber causado sorpresa entre mis compañeros dado que mi actuación en el Liceo no presagiaba esos resultados.

De izquierda a derecha, de pié: Salcedo, Di Benedetto, Lützeler, Paz, Cosentino, Pichel, Liñares, Ghirlanda, Merech. Sentados: García Bernardou, yo lu-ciendo el “Huevo Frito”, Sala, Arze, Bruno, Flandin, Herrera, Basso, Pigni, Muñoz

  Dos reuniones importantes en las que participé activamente fueron una en septiembre 1966 en el Regimiento de Granaderos en el que estaba destinado y a la que concurrieron el Cap.C. Naldo Miguel Dasso (Promoción 82), que llegó a General, que estaba de Oficial de Servicio y el Cnl.I.(R) Manuel Avalle, nuestro Oficial Instructor de 2do. año del Liceo y la otra en el Círculo Militar en 1972, para festejar los veinte años de egreso.

1966 Reunión en el Regimiento de Granaderos. De izquierda a derecha: Balweg, Roncati, Flandin, Troviano, López Blanco, Gavaldá, yo, Schultzen, Ceballos, Carle, Sforsini, Seifert, Vinagre.

  En febrero de 1966, en un grupo de compañeros que veraneaban en Miramar, nació la idea de conformar una asociación, lo que recién se con-cretó en 1973, cursando con fecha 16 de abril una invitación para integrarla. En mayo se constituyó la “Décima S.A.” y en septiembre de 1974 se adquirió a crédito el departamento de la Av. Belgrano 3430 2º piso ”36” en construcción, con el aporte económico de todos. En julio de 1976 por oposición legal se produjo el cambio de nombre a “Decicam S.A.”. En abril de 1979 con lo percibido por la venta en marzo del departamento, se adquirió la propiedad de la esquina de las calles Brasil y Defensa, en diagonal con el monumento a Don Pedro de Mendoza, en el Parque Lezama, que convenientemente remodelada se constituyó en Sede de la asociación, inaugurada en diciembre de 1980 con la presencia del Grl.D.(R) Dalmiro F. Videla Balaguer, nuestro Director en los años 50 y 51. En 1982 la asociación pasó a ser de Sociedad Anónima, una “Asociación Civil”.
 
  Desde la constitución de la Asociación, ya en un marco más orgánico, se realizaron reuniones, al-gunas en el mismo Liceo para festejar aniversarios o en otros lugares como la Asociación de Pilotos. El 14 de noviembre de 1984 y en octubre de 1987, por invitación de nuestro compañero Eduardo Sulín, retirado de la Marina de Guerra e integrado a la Mercante, Comandante del Buque Escuela “Piloto Alsina” y Director de la Escuela de Náutica, se realizaron reuniones en dicho buque, a una de las cuales concurrí con Marta.

  Después de ensayar diversas formas de reuniones periódicas se terminó instituyendo la costumbre de reunirnos con más formalidad los primeros jueves de cada mes, oportunidad que frecuentemente se aprovecha para invitar a expositores o actores distinguidos, a veces incluso integrantes de la Promoción. Así por ejemplo en septiembre de 1981 expuse sobre “Situación actual de la Región Austral”.

 
 

18-X-02 Los veteranos de la 10ma. Promoción desfilando en la Plaza de Armas del Liceo. Yo soy el 3ro. de la última fila, a mi lado, Bruno

  Además de un entusiasmo increíble que nos permite seguir unidos a más de sesenta años de nuestro egreso, todo lo expresado se vio facilitado por la contribución desinteresada de la más amplia variedad de profesionales integrantes de la Promoción, desde arquitectos, abogados, ingenieros, contadores, dueños de inmobiliarias, etcétera. Hasta para las oraciones y las misas contábamos con la colaboración de nuestro compañero el Rdo. P. dominico Santiago Ferro.
 
  Una mención especial merece Eduardo Héctor Vilella, Poliya por su aspecto frágil, Mayor de la Reserva, que aún lamenta no haber sido ascendido a Teniente Coronel por excedido en edad en oportunidad a ser considerado, pese a haber realizado cuanto curso de ascenso se dictaba para el personal del Escalafón. Poliya, que es de los pocos que aún me llaman Chito, asumió motu proprio la responsabilidad de armar y mantener la base de datos de la Promoción y realizar la convocatoria a las reuniones, lo que ha permitido mantener el contacto entre sus integrantes, tareas estas sin las cuales pese al interés de todos, el grupo se habría disuelto.
 
  De algunos de esos compañeros recibí inestimable ayuda, de Manfred Lützeler, Jefe del Servicio de Otorino del Hospital Alemán, que atendió a Agustina en sus permanentes problemas de oído, del Abogado Ricardo Vergili, que en su Estudio de la calle Paraná 123 hizo la Sucesión de Chita y atendió problemas menores míos dándome atinados consejos que calmaron los resentimientos que tenía contra mi madre por sus arbitrarias decisiones, de Juan Ghirlanda que falleció el 15 de mayo de 2012, Jefe del Servicio de Urología del mismo Hospital, que llegó a ser Presidente de la Academia de Medicina y me atendió en algunas consultas sobre males inevitables de la edad, de Edgardo Enrique Carbajal, que desde su casa de fotografías “Focar” en la calle Libertad al 700 solucionó muchos años mis necesidades del ramo, de la Mosca Vinagre, que me hizo desinteresadamente cantidad de trámites en su Escribanía de Avellaneda y soportó mis confidencias por lo que fue uno de los que me aconsejaron que escribiera estas Memorias.

Aliberto Rodrigáñez Riccheri